Sara de Restif de la Bretonne



Para sacudirme la pesadez de Bouvard y Pécuchet, leo la Sara de Restif de la Bretonne, copioso autor libertino del siglo XVIII, abominado por Sade (“sobre todo, no compren nada del señor Restif”, aconsejaba a la marquesa desde su prisión en Vincennes). La leo en una humilde edición argentina de escandalosa portada (Rodolfo Alonso Editor, 1969), comprada hace años en una librería de viejo. Buscando nuevas ediciones, descubro en internet que la editorial española Octaedro la editó en 2001 y presume de ser la primera en español. Amateur de la literatura libertina, pensaba que sería sencillamente una novela ligera, divertida, como las que tan bien supo componer esa feliz época (pensaba en Andréa de Nerciat, Crebillon fils, Vivant Denon, etc.). Es más que eso. Para empezar no se cuenta, aquí, una aventura placentera, intrascendente, hedonista, como suele ser el caso; se trata de una pasión en toda forma, fuente mucho más de dolor que de gozo para el protagonista. La historia, al parecer, está inspirada en un amor real de Restif y en eso y en otras cosas me recordó a La Dorotea de Lope (el Fénix, francés y en el siglo XVIII, habría sido un excelente libertino). El héroe es un viejo de cuarenta y cinco años, libertino cansado que cree ya estar más allá de las pasiones hasta que conoce a Sara, joven de diecinueve a la que su madre ha iniciado en el sutil arte de la cortesanía y que pronto revela una genuina vocación y talento. Tras un brevísimo idilio, el hombre descubre la verdad y no puede propiamente llamarse engañado, pero no por eso deja de buscarla. La novela es la crónica de la peor de las pasiones: la lúcida, la que se da perfecta cuenta de lo que ocurre y, a pesar de todo, no puede deshacerse. Una y otra vez el protagonista decide dejar a Sara, no verla más, no sufrir otra humillación, y una y otra vez vuelve. Al final, escribe: “Lector amigo, has visto que he adorado a Sara; que la he odiado, la detestado, la he despreciado. Hoy solo siento ternura y dolor. ¿Dónde encontrarás tan bien, tan verdaderamente descrito al corazón humano como en esta historia?”.

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