Al comentar los primeros versículos del Cantar de los cantares en La regla de la Orden de la Santísima Trinidad, san Juan Bautista de la Concepción, al que el poema intrigó toda la vida, escribió:
En las primeras vistas que hizo la esposa a su esposo y las primeras palabras que le habló, fue decirle que le diese un beso de su boca, porque tenía mejores pechos que el vino 1. Mill dificultades tiene este lugar. Llano es que, si era beso, que habíe de ser de boca. Digo que hay junta y beso de corazones y, como la esposa se veía inpedida de esta junta por estar aún su corazón envuelto en carne y no descubierto, conténtase con que sea beso de boca
El reformador de la Orden Trinitaria estaba lejos de ser el primer lector que pasara dificultades y confesara su perplejidad frente al Cantar, pues este venía siendo fuente de desconcierto y poniendo en aprietos a los comentaristas judíos y cristianos, que con frecuencia no sabían qué hacer con un poema tan francamente erótico, desde su canonización.
Los orígenes del Cantar siguen siendo poco claros y la fecha de su composición, en la forma en que lo conocemos, oscila en un amplio arco entre los siglos V y III a. C., si bien algunos de sus contenidos podrían rastrearse hasta los siglos IX y X a. C. Actualmente, la mayoría de los estudiosos coincide en que se trata fundamentalmente de un poema erótico, toma partido por una lectura literal y rechaza la interpretación alegórica (la prevaleciente durante una prolongada tradición judía y cristiana), así como descartó en su momento, con argumentos filológicos, la autoría de Salomón o que el poema datara de su época. Por otro lado, se continúa debatiendo sobre su carácter unitario o fragmentario.
Sin embargo, es precisamente esa casi descartada lectura alegórica la que me interesa y la que convierte al Cantar (y en especial a su comienzo) en un fascinante objeto de estudio filológico y de historia intelectual. Podemos imaginar el asombro y las dificultades que pasaron los primeros exégetas frente al célebre inicio que, con no pocas variantes, podía decir: «Béseme él con el beso de su boca; porque mejores son tus pechos que el vino» (la Vulgata, en efecto, había traducido el original hebreo «yissaqeni minnesiqot pihu qi tobim dodeja miyyain» como «osculetur me osculo oris sui quia meliora sunt ubera tua vino»). ¿Qué hacer con un libro sagrado que tiene semejante principio y que luego se extiende en la crónica detallada de un amor sensual? Estaba claro que no podía decir sencillamente lo que decía en la superficie y que tenía que decir algo más.
El propósito de este artículo es examinar la interpretación que cuatro comentaristas religiosos españoles de los Siglos de Oro hicieron del Cantar 1, 2: fray Luis de León y santa Teresa de Jesús, en el siglo XVI, y san Juan Bautista de la Concepción y Mariana de San José, en el XVII. Me centro en los comentarios escritos en castellano y por ahora dejo de lado los compuestos en latín, con la excepción del de Cipriano de la Huerga, que por su influencia se impone considerar, aunque sea brevemente. Para comenzar, haré una breve síntesis de algunas de las principales interpretaciones del Cantar 1, 2 hasta la obra cumbre de san Bernardo que nos permita comprender mejor la tradición en la que se insertan los comentaristas españoles.