Para Schopenhauer, el genio artístico consiste en conocer mediante la intuición pura, indiferente del principio de razón, que es la forma de conocimiento propio de las ciencias. El artista genial aprehende las cosas directamente a través de la intuición, más allá del razonar y del querer, volviéndose así un “puro sujeto cognoscente”. Por eso al verdadero genio suelen exasperar las matemáticas, que dependen enteramente del principio de razón (y, según esto, no podría hablarse en rigor de “genios matemáticos”). A la inversa, el gran matemático puede ser poco sensible al arte. A propósito, Schopenhauer cita aquella anécdota del eminente matemático que, tras ver la Ifigenia de Racine, preguntó: “¿Qué es lo que prueba esto?” (El mundo como voluntad y representación, 36). Lo había dicho Pascal: hay espíritus de geometría y espíritus de fineza.