Archicitada por Vila-Matas, es bien conocida la entrada del diario de Kafka del 2 de agosto de 1914 sobre lo que después se conocería como la I Guerra Mundial: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a nadar” (en realidad, la cita original dice: “por la tarde, Escuela de Natación”). Suele leerse como una muestra del desdén de Kafka por la guerra –en realidad sí le preocupaba– y, más ampliamente, de la suprema indiferencia del artista hacia la historia.
Pensaba que era insuperable hasta que, leyendo el James Joyce de Richard Ellmann, me encuentro la siguiente anécdota: Joyce –a quien la historia contemporánea nunca importó demasiado– acababa de regresar a Trieste tras el conflicto, en 1919, y se topó con un ex alumno suyo de inglés, un tal Oscar Schwarz. Este le preguntó: “¿Cómo pasó usted los años de la guerra, profesor?”. Joyce contestó: “Ah, sí, me dijeron que había una guerra en Europa”.