Envilamatado como estoy, terminé hace poco el Dietario voluble, que cubre tres años (2005-2008) del diario del autor. Sobra decir que es un diario archiliterario, repleto de citas, referencias, autores y obras. Un diario nacido desde la literatura y que se vuelve inmediatamente parte de ella. En Vila-Matas, como en todo verdadero leedor, la lectura no está al margen de la vida, sino en su centro: es el centro. Las cosas no acaban de ser reales hasta que no pasan por el tamiz de la literatura. Aparte de gran leedor, Vila-Matas es un observador minucioso de la vida, un paseante de la vida (como su admirado Robert Walser) y un devoto de la épica cotidiana. En el Dietario hay fragmentos de sabiduría casi montañesca, como éste, escrito durante una convalecencia:
Hay que saber –decía Himket– que la cosa más real y bella es vivir. Y no olvidar que vivir es nuestra tarea. Estemos donde estemos, hemos de vivir como si nunca hubiésemos de morir. Aunque, por ejemplo, nos queden unos minutos de vida hay que seguir riendo con el último chiste, mirando por la ventana para ver si el tiempo sigue lluvioso, esperando con impaciencia las últimas noticias de prensa. No nos engañemos. Se enfriará este mundo, una estrella entre las estrellas y, por otra parte, una de las más pequeñas del universo, es decir, una gota brillante en el terciopelo azul. Se enfriará este mundo un día y se deslizará en la ciega tiniebla del infinito –ni como una bola de nieve, ni como una nube muerta–, como una nuez vacía. Creo que debemos tener en cuenta esto y amar al mundo en todo momento, amarlo tan conscientemente que podamos al final cada uno de nosotros decir: he vivido.