Releí hace poco las dos primeras novelas de Bioy Casares, La invención de Morel y Plan de evasión, que por sus afinidades (ciencia-ficción, islas, utopías negativas, etc.) forman prácticamente un díptico. La primera, pese a sus deficiencias formales (el autor tenía alrededor de 23 años cuando la escribió, no hay que olvidarlo), me sigue pareciendo estupenda. La trama, como decía Borges, es perfecta. Una de esas historias que un escritor tiene suerte si se le ocurre una vez en la vida. La clave, a mi entender, radica en la fábula amorosa. La relectura de Plan de evasión, en cambio, me reafirmó en mi opinión de que es una obra más bien fallida: demasiado elaborada, con las costuras muy a la vista, formalmente rebuscada. ¿Tendrá qué ver que aquí todo el peso de la obra recae en el argumento fantástico y no tiene una dimensión humana (amorosa en el caso de La invención)? La forzada estructura narrativa (el tío que reconstruye la historia del sobrino a partir de sus cartas) no ayuda mucho tampoco. Qué diferencia con la siguiente novela de Bioy (y sin duda su obra maestra), El sueño de los héroes. Pero esa es otra historia.