Proverbial fue el desencuentro entre Schopenhauer y el género femenino (empezando por su madre, con la que tuvo un pleito feroz), que quedó resumido en una puñado de aforismos demasiado citados y que acaban dando una imagen más bien caricaturesca de las relaciones del filósofo con las mujeres. En la realidad, Arthur –el tema permite la confianza– fue mucho menos misógino de lo que aparenta su obra y su vida sexual bastante más agitada de lo que uno esperaría del severo filósofo de la voluntad. Tras algunos enamoramientos platónicos, Schopenhauer perdió la cabeza por una recamarera en Dresden con la que procreó un hijo que apenas vivió unos días; luego, una italiana, Teresa Fuga, por la que dejó de presentarse con Byron por temor a que el irresistible poeta se la bajara; después, una dama inglesa; más adelante, Carolina Richter Medon, corista de Berlín que lo engañaba sistemáticamente; luego, Flora Weiss, adolescente que lo hizo pensar en el matrimonio, etc. En fin, nada mal para quien predicaba la renuncia al mundo, castidad incluida, y abominaba de los órganos sexuales, núcleo de la voluntad, esa energía oscura y maligna.