Leo El viaje a Roma, una de las últimas novelas de Alberto Moravia, que al principio me chocó un poco, pero que después, una vez aceptadas sus premisas, leí con avidez. Es, digamos, una novela de tesis (psicoanalítica, en este caso). El propio autor decía que en ella “la moral tradicional es sustituida por la moral freudiana”. El narrador y protagonista, joven poeta admirador de Apollinaire, vuelve a su natal Roma para encontrarse con su padre, al que no ha visto en quince años. Allí, a la vista de las habitaciones del departamento paterno, recuerda una suerte de escena primaria de su madre con un extraño. A partir de ahí, todo comienza a desarrollarse siguiendo una perfecta lógica freudiana (búsqueda de la madre en otras mujeres, rivalidad con el padre, antagonismo madre-hija, etc.). La apuesta de Moravia, resuelta mediante su pericia narrativa, es que lo que en términos de un realismo convencional sería irrepresentable (la plena aceptación y ejecución de los supuestos freudianos) o, en todo caso, solo debajo de las apariencias, aquí es admitido y representado con toda naturalidad, como si todos los personajes se hablaran de tú con su subconciente. Psicoanálisis y literatura se han influido mutuamente y sus relaciones siempre han sido fecundas, pero no debe haber muchas novelas tan íntimamente freudianas como El viaje a Roma.