Vuelta a La llama doble



Releo, veinte años después, La llama doble de Octavio Paz. Alas!, el tiempo no pasa en vano. El deslumbramiento original da paso a una retrospectiva perplejidad: ¿yo estuve de acuerdo, fundamentalmente, con todo esto?, ¿admití todos estos principios? Naturalmente, la prosa de Paz -su brillo, su agudeza- sigue intacta y abunda en pasajes memorables; el problema son algunas ideas, que hoy resultan difíciles de aceptar (ya lo eran evidentemente hace veinte años, pero entonces estaba más dispuesto a conceder, lo que obviamente dice más del lector que del libro). Tal vez la más grave sea esa vaga noción de «alma» a la que Paz remite una y otra vez sin explicar nunca del todo. ¿Tiene sentido seguir utilizando el término como otra cosa que una metáfora para designar ciertas características y operaciones de la mente? Aunque Paz aclara que no pretende que regresemos a las antiguas nociones del alma (pero, ¿es posible alguna noción moderna, racionalmente válida, de la misma?), a veces tengo la impresión de que quería desesperadamente creer en ella (algo parecido sucede con la problemática noción de “sagrado”, a la que también recurre; para ser un pensador laico, Paz usa a veces demasiadas nociones religiosas). ¿Es en realidad imposible concebir una persona –y por lo tanto el amor, pues ésta es un elemento fundamental de su idea del mismo– sin el concepto de alma? ¿No es posible concebir la dignidad y el carácter único de la persona sin recurrir a vagas categorías metafísicas? Quizá lo más valioso del libro (más allá de los repasos filosóficos o históricos, como los dedicados al amor platónico y cortés, que otros hicieron mejor, o los intentos de definir una idea del amor con elementos más bien imprecisos) sean ciertos conceptos e imágenes poéticas cargados de sentido. El final del ensayo, que describe esos momentos de éxtasis en los que por un instante, según Paz (y en esto sigo estando de acuerdo), todo se hace presente y alcanzamos a vislumbrar la eternidad, es tan contundente como sus mejores poemas: “¿Qué ve la pareja, en el espacio de un parpadeo? La identidad de la aparición y la desaparición, la verdad del cuerpo y del no-cuerpo, la visión de la presencia que se disuelve en un esplendor: vivacidad pura, latido del tiempo”.

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