Entre arena y bloqueador solar –ideal lectura para la playa, por cierto– leo la hilarante Lodode Guillermo Fadanelli, que aguardaba hace algún tiempo en el librero. De Fadanelli tenía la impresión –quizá injusta– de que se esmeraba demasiado, sobre todo en sus inicios, en encarnar la contracultura y el personaje del escritor del realismo sucio, a lo Bukowski o Fante. Hoy es un escritor bastante reconocido y respetado en el medio literario hispánico, publica en Anagrama y mantiene una columna (muy divertida, por cierto) en El Universal. No precisamente un perfil contracultural, estaremos de acuerdo. No me parece reprochable: lo reprochable más bien habría sido persistir toda la vida en actitudes y gustos literarios más bien adolescentes. Pero lo importante es Lodo, que es una legibilísima novela, la historia de Benito Torrentera, profesor de filosofía cincuentón, y su obsesión erótica por Flor Eduarda, empleada veinteañera de un 7-Eleven que comete un crimen. Juntos emprenden un inverosímil road-trip que tiene como meta Tiripetío, pueblo michoacano en donde supuestamente se impartió la primera clase de filosofía en América. La novela recuerda inmediatamente a Lolita, claro (hasta en el título: Lodo-Lo-Lolita); a tal punto, que incluso el narrador reprocha al lector que piense en la semejanza. Torrentera y Eduarda repasando hoteles michoacanos no pueden no recordar a Humbert Humbert y su ninfeta recorriendo moteles norteamericanos. En ambos casos, el lector está en manos de un narrador habilísimo que lo engatusa y al que no es posible dejar de encontrar simpático, el refinadísimo y cosmopolita H. H. y el desengañado y soez profesor de filosofía. Pero Lodo no es solo una versión tropicalizada de Lolita. Hay un sarcasmo, un humor negro, un cinismo –que son, creo, lo propiamente fadanelliniano– que la apartan de la referencia obvia. Ambas obras, por lo demás, son una lúcida y dolorosa muestra de los estragos de una verdadera pasión. La respuesta que al final da Benito al abogado que le pregunta por qué terminó cometiendo un asesinato la podría haber dado Humbert Humbert tras matar a Quilty:
–¿Por qué los mató Torrentera?, usted es un hombre de estudios.
–Los estudios no matan las pasiones.