El teatro de Philip Roth



Encarrerado con Roth, me sigo con The facts. A novelist’s autobiography (ya el subtítulo es una advertencia para el lector). Como autobiógrafo o memorialista, Roth es más bien tradicional; ni en la forma ni en el contenido se aparta mucho de las convenciones del género. Una infancia protegida y feliz, una juventud independiente y ambiciosa marcada por una relación desastrosa (novelada en My life as a man), el inicio de una madurez en la que alcanzará el éxito y se afirmará su voluntad de no tener ningún lazo que lo ate. Dando por sentado que ningún autobiógrafo puede ser completamente sincero, aunque lo pretenda, tampoco hace falta compartir la extrema desconfianza moderna de que cualquier intento de hablar de uno mismo es necesariamente falso o indigno de confianza. Es posible, a veces, dar una relación más o menos fidedigna de nuestra vida. Sin embargo, lo más interesante es, sin duda, el epílogo firmado por Nathan Zuckerman, que pone en tela de juicio todo lo escrito por Roth. El personaje da la clave del autor: “My guess is that you have written metamorphoses of yourself so many times, you no longer have any idea what you are or ever were. By now what you are is a walking text”. Leyendo o viendo entrevistas con Roth, escuchándolo hablar con absoluta modestia o sencillez, siempre he tenido esa impresión al preguntarme quién es el ventrílocuo, quién se esconde detrás de todas las personificaciones (de los Zuckerman, los Kepesh, los “Roth”): una persona vaciada por sus personajes, un rostro borrado por la sucesión de máscaras, un teatro vacío, pero él –no hay que olvidarlo– es el teatro, el autor, la obra, el director, los actores y los personajes.

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