El centenario de Octavio Paz (1914-2014) representa, ante todo, la oportunidad de releer su obra o, por qué no –especialmente en el caso de los lectores jóvenes– leerla por primera vez. En vida del autor y aun algunos años después de su muerte, en 1998, dicha lectura estaba condicionada por la irresistible influencia de su persona. La figura de Paz suscitaba amores y odios intensos (estos últimos, más por motivos políticos e ideológicos que propiamente literarios), y apenas sería exagerado decir que la república mexicana de las letras podía dividirse en dos bandos: con Paz o contra Paz. Conforme han pasado los años, las pasiones se han ido apagando y comienza a ser posible una nueva lectura, no prejuiciada por las querellas de entonces. Quizá nadie está en mejor posición de llevarla a cabo que una nueva generación de lectores y críticos, aquella que por simples razones cronológicas no formó parte de esos furores. Para los nacidos a finales de los ochenta y principios de los noventa (que forman el núcleo de Criticismo), Paz no es necesariamente un tótem literario ni el enemigo a vencer, sino, sencillamente, un escritor. No se trata, claro, de pretender una imposible y de hecho poco deseable neutralidad, indigna de la crítica por la que Paz siempre pugnó, pero sí de tomar cierta distancia y alejarse de los extremos, el fervor acrítico y el rechazo visceral. El presente número de Criticismo intenta contribuir a esa nueva lectura del Nobel, para lo que hemos escogido algunos de sus títulos más representativos, así como algunos estudios sobre su obra. Con ello pretendemos también hacer un homenaje al poeta y, en particular, al crítico, pues si bien Paz es una figura indispensable de nuestra poesía, no lo es menos de nuestra crítica. El panorama de ésta sería inconcebible sin el énfasis que puso en ella en la cultura mexicana, particularmente a través de las revistas que fundó (incluso un proyecto modesto como Criticismo no habría sido posible de no mediar el ejemplo de Vuelta). En cada número, y especialmente en éste, Criticismo pretende honrar uno de los principales legados de Octavio Paz: lapasión crítica.