Leo –trabajosamente, hay que decirlo– Bajo el volcán de Malcolm Lowry, una de esas novelas famosas que por una u otra razón vamos postergando. Es una obra ardua, desigual (no hay por qué indignarse, el Ulises, digamos, también lo es), excesiva, que a ratos se cae y luego se levanta, pero dotada, qué duda cabe, de una salvaje belleza y que acaba dejando en el lector una imagen indeleble.
Bajo el volcán bien puede leerse como una borrachera de cuatrocientas páginas, una de esas largas borracheras en las que hay momentos de éxtasis, de sopor, de depresión, de olvido, etc. No conozco ninguna otra novela tan densamente alcohólica como esta, que tan desesperadamente busque dar una idea del infierno del alcohol, el infierno del propio Lowry. Sin embargo, tan desesperadamente lo intenta que a veces la fuerza del efecto se diluye en medio de la insistencia. El mezcal, eso sí, no volverá a saber igual. ¿Hay un mezcal “El Cónsul”? Debería haberlo. Obra muy anterior a la prestigiosa renovación de esta bebida (y aun del tequila), el protagonista hace una distinción muy precisa, con la que no se puede sino coincidir, entre sus borracheras con mezcal y con tequila, reservando el infierno a las primeras. Geoffrey Firmin/Malcolm Lowry es el más mexicano de los borrachos ingleses.
Buena parte de esa imagen indeleble del primer párrafo tiene que ver, claro, con la visión de ese paraíso/infierno que es México. Pocas miradas extranjeras más fascinadas (en sentido estricto, o sea, encantadas, embrujadas) por México que la de Lowry. Sería fácil intentar descalificarla como una mirada superficial, turística, colonialista, etc., pero no le falta razón en lo esencial, en esa mezcla de alegría, belleza y violencia (y no solo del México de los treinta, sino de principios del siglo XXI): “¡Horrores a la medida de los nervios de un gigante!… Y sí, a veces me veo como un gran explorador que ha descubierto algún país extraordinario del que jamás podrá regresar para darlo a conocer al mundo: porque el nombre de esta tierra es el infierno”. Pero, como se apresura a matizar, quien se encuentra tan bien en el infierno es porque ya lo lleva dentro.
Novela infernal, Bajo el volcán es una obra de abismo, de caída, de descenso. Imposible no recordar los versos de Altazor: “Cae / Cae eternamente / Cae al fondo del infinito / Cae al fondo del tiempo / Cae al fondo de ti mismo / Cae lo más bajo que se pueda caer”.
Considero muy breve tu comentario sobre una obra de tan alta envergadura. Bajo el
Volcán es una sinfonía, un vicio, interminable.