Vila-Matas y la alegría



Sigo con Vila-Matas. Ahora leí París no se acaba nunca, sobre los años que el autor pasó en París mientras escribía su primera novela. Vila-Matas (acaso sea éste el rasgo que me lo hace más simpático) es uno de los escasísimos escritores de la alegría. En literatura, nada hay más sobrevalorado que la gravedad y la tristeza, que suelen pasar por inteligencia y profundidad, cuando muchas veces son lo contrario. Nada más devaluado, por el contrario, que la alegría y la ligereza, que se juzgan ingenuas y superficiales (a la gente que así piensa, no le recomiendo la lectura de Montaigne, Cervantes o Sterne, autores eminentemente alegres). En un momento de su estancia parisina, el joven Vila-Matas observa que quizá se equivoca cultivando esmeradamente su imagen de atormentado y maldito: “Fue la primera vez que advertí que tal vez lo elegante podía ser algo distinto de lo que siempre había pensado, tal vez lo elegante era vivir en la alegría del presente, que es una forma de sentirnos inmortales. Nadie nos pide que vivamos la vida en rosa, pero tampoco la desesperación en negro. Como dice el proverbio chino, ningún hombre puede impedir que el pájaro oscuro de la tristeza vuele sobre su cabeza, pero lo que sí puede impedir es que anide en su cabellera. ‘No hago nada sin alegría’, decía Montaigne… Ahora pienso que es de verdaderos cataplasmas estar en el mundo sin experimentar la alegría de vivir. Dice Fernando Savater que el dicho castizo tomarse las cosas con filosofía no significa tomarse las cosas con resignación, ni tampoco con gravedad, sino tomárselas alegremente. Claro. Después de todo, para estar desesperados tenemos toda la eternidad”.

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