La novela según Moravia



Sigo leyendo a Moravia, esta vez La atención (1965). Aunque El tedio me sigue pareciendo su mejor novela leída hasta ahora, ésta es más arriesgada, más innovadora, y anticipa varios de los debates de la novela más actual (cuántas novelas recién salidas y que hoy ocupan las mesas de novedades son infinitamente más antiguas y ya caducas en comparación con La atención). Es, ante todo, una novela sobre la novela, y de ahí su modernidad. El protagonista, Francesco, quiere escribir una novela sobre nada, desprovista de drama, sobre la vida cotidiana. Para ello decide llevar un diario del que eventualmente deberá extraer la ficción, pero ya desde el principio mezcla en él lo que efectivamente le ocurre con lo que imagina o se inventa. Encima, precisamente en ese momento de su vida comienzan a sucederle hechos más bien dramáticos. Sobra decirlo, el diario acaba convertido en la novela. Todo transcurre, como de costumbre en Moravia, en esas atmósferas decadentes, aburridas y vagamente perversas que caracterizan su obra y que recuerdan los ambientes de las películas de Antonioni (El eclipse o La noche). Quizá lo más memorable sea la definición misma de novela que formula el narrador, una definición que suscribiría todo verdadero novelista y, desde luego, todo verdadero leedor de novelas:

Poco a poco, con los años, la novela se había convertido para mí en mucho más que un género literario: era sin más una manera de entender la vida. Sabía, efectivamente, que no era para mí posible establecer en la realidad una relación más auténtica conmigo mismo y con los demás; y estaba convencido de que la novela era el único lugar en el que la autenticidad no solo era posible, sino también, por así decirlo, inevitable, si la novela era verdaderamente una novela.

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