En memoria de Alberto Blecua (1941-2020)



La reunión en un volumen de una antología de artículos publicados a lo largo de una vida puede no siempre parecer justificada, incluso a los ojos del propio autor. Es cierto, nunca estuvieron destinados a un gran público, se encuentran en las revistas y las publicaciones especializadas y quien los necesite generalmente los encontrará. ¿Para qué entonces –podría preguntarse– agregar uno más a los demasiados libros de los que hablaba Gabriel Zaid? Sin embargo, el lector agradece a veces que se haga caso omiso de estos reparos, sobre todo en un caso como éste, pues no sólo vuelve más accesible una serie de trabajos dispersos (cada quien elegirá los de su mayor interés), sino que brinda la oportunidad de apreciar una trayectoria crítica y ofrece un modelo de labor filológica.

En el “Prólogo”, el autor observa la construcción narrativa de sus estudios (“con principio –exordio retórico–, narración, argumentación y peroración”) y, de paso, el carácter “soporífero”, en buena medida, de esa extraña criatura: el artículo filológico. Con demasiada frecuencia, me temo, éste es visto y practicado como una especie de informe de laboratorio: monótono, aséptico, pedestre, sin el menor vuelo de inspiración. Nos resignamos a leerlos como quien se resigna a una tarea que sabemos ingrata, pero necesaria. Y, sin embargo, puede y debe ser diferente, aquí hay varios ejemplos. Incluso si el tema de tal o cual artículo no es de nuestro interés particular, su lectura muchas veces acaba cautivando gracias a la prosa y la esmerada construcción del texto. En lo personal, por ejemplo, reconozco que la recepción dieciochesca de Boscán no es un tema que me atraiga a primera vista, pero he disfrutado enormemente leyendo “Un lector neoclásico de Boscán”, en el que el autor confronta las anotaciones a la princeps de un lector del XVIII con las de otro del XIX y observa en ellas el fiel reflejo de las sensibilidades de sus épocas.

El libro se abre con “El concepto de ‘Siglo de Oro’ ”, un trabajo de historia intelectual en el que el autor contribuye a aclarar la elaboración de eso que con frecuencia olvidamos que es, ante todo, una idea. Considerando que gran parte de los trabajos versará sobre literatura áurea, resulta por demás pertinente que éste sea el primero. Uno de los artículos más interesantes del conjunto es del que procede el título del libro, “¿Signos viejos o signos nuevos? (Fino amor y Religio amoris en Gregorio Silvestre)”, en el que a través del análisis de la religión de amor, característica de la lírica provenzal, en la poesía amorosa del autor, Blecua muestra puntualmente como un signo en apariencia viejo (el fino amor) es en realidad un signo nuevo o, quizá seria mejor decir, renovado. Nadie, en efecto, se baña dos veces en el mismo río, y cuando un viejo tópico o idea regresa nunca es exactamente el mismo, aunque por fuera lo parezca. El trabajo resulta emblemático del resto porque si una preocupación destaca en los artículos aquí reunidos (que no por nada se subtitulan Estudios de historia literaria) es justamente la de leer históricamente, en un contexto y una tradición.

Es esta misma preocupación la que podemos apreciar en un trabajo como “El entorno poético de fray Luis”, en el que a través del repaso de lo que flotaba en la atmósfera poética que respiraba el maestro León y que en su obra brilla por su ausencia –sonetos, villancicos, romances, por decir algo– se resalta su originalidad por excepción, por todo aquello que no es, y no sólo, como es costumbre, por lo que sí es. Es la misma que llevó al autor al estudio de la tradición del apotegma, “La literatura apotegmática en España”, en el que se considera los avatares en la Península de aquellos que Erasmo llamó egregie dicta, y a sus trabajos sobre Cervantes en tanto historiador literario, “Cervantes, historiador de la literatura”, o inmerso en el mundo de la retórica, “Cervantes y la retórica (Persiles, III, 17)”. La importancia atribuida a la tradición es la que se encuentra en el origen de los estudios sobre Virgilio en España, particularmente en relación con Góngora, y de las notas sobre la lectura que del poeta cordobés hizo Jorge Guillén. Tratándose del autor del Manual de crítica textual, no podían faltar trabajos sobre la materia, como “Las Repúblicas literarias y Saavedra Fajardo”, o un apretado resumen de dicho libro, “Generalidades sobre crítica textual”.

Hablando sobre sus maestros, Blecua observa atinadamente que éstos, en realidad, son “los libros o artículos pretéritos y presentes de maestros, amigos e ignotos filólogos”. Esto bien podría aplicarse al suyo. Reunión de saber filológico pacientemente acumulado a lo largo de los años, Signos viejos y nuevos es un libro que enseña a leer: con rigor y amenidad; con erudición, sin pedantería; con amor al detalle, pero sin perder la amplitud de miras.

 

Reseña de Signos viejos y nuevos publicada originalmente en la Nueva Revista de Filología Hispánica, 56 (2008), pp. 523-524.

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